“Nací en Moguer, la noche de Navidad de 1881. Mi padre era castellano y tenía los ojos azules; y mi madre, andaluza, con los ojos negros. La blanca maravilla de mi pueblo guardó mi infancia en una casa vieja de grandes salones y verdes patios. De estos dulces años recuerdo que jugaba muy poco, y que era gran amigo de la soledad.”
Así decribía su infancia Juan Ramón Jiménez, uno de los célebres poetas españoles. Siempre fue un niño solitario y consentido. Sin embargo, fue un gran observador, y desde pequeño, no dejó de comtemplar todo aquello que le rodeaba. Su vida cambió cuando tenía 19 años, época en la que abandonó sus estudios de Derecho para dedicarse en cuerpo y alma a la literatura. Al parecer, unos versos de Bécquer fueron los culpables de este hecho.
Su vida estuvo marcada por numerosos elementos, siendo la soledad y sus continuas depresiones las que más presentes estuvieron. Influenciado por diversas corrientes líricas y diferentes poetas, Juan Ramón fue elaborando una enorme bibliografía, en la que podemos encontrar numerosas manifestaciones poéticas de distinta naturaleza. Su nutrida obra, su dedicación plena a la poesía, el amor de su esposa, Zenobia Campubrí, y el purismo de sus escritos, le llevaron a ganar el Premio Noble de Literatura en 1956. Pero apesar de los triunfos, la muerte de su esposa días después de ser galardonado, lo arrastró a un estado depresivo que lo mantuvo recluído en una clínica los útimos momentos de su vida. El 29 de mayo de 1958, Juan Ramón fallece totalmente desolado.
Desde este blog, rindo homenaje a uno de los grandes poetas españoles, cuyo reconocimiento es mundial, y cuya obra tiene nombre propio en la lírica castellana. Por ello, aquí os dejo dos magníficos poemas recitados: Cómo era Dios mío (Soneto) y El Viaje Definitivo.